Continuando con este cuento ...
Antes de cruzar el puente del río Tumbes, está la Plaza de Armas de la ciudad en la cual se sitúa una enorme bandera peruana que con su pesado ondear te hacía sentir más visitante que nunca, Después se vendrían los desiertos.
Antes de que pueda concentrarme en el paisaje, hicieron parar el bus en medio de la nada para un revisión "de rutina". Después pasamos por la famosa playa de Máncora, en verdad que es un lugar simpático, pero nada que asombre a un ecuatoriano (o sea igualito a Canoa, Montañita, etc.), comenzaba a anochecer y en aquel "muy normal" bus proyectaban "Unglorious Bastards", que era el primer "Win" del día hasta que lo interrumpieron para la "cena". Estábamos en la ciudad de Sullana.
Supongo es de las pocas ciudades peruanas con un solo terminal y también me había fijado que desde ahí salía un bus hacia Loja, tomé nota mental. No quise comer nada, dudaba de las condiciones higiénicas del lugar y la verdad ahora que lo pienso, es bastante gracioso, pues acá en mi tierra como prácticamente culaquier porquería de la calle, pero uno nunca sabe como reaccionaría el organismo con "bichos extranjeros". En fin, solo me pegué unos chifles muy bien empacados para seguir.
Transcurría la noche y para mi dormir era imposible, pues iba viendo al paso cómo eran las ciudades peruanas: Piura, Chiclayo, Trujillo. Nada muy distinto que las ciudades costeñas de Ecuador, aunque sí son más populosas. Eso sí, me quedaba absorto ante la luz de la luna reflejada en el desierto del perfil costanero peruano. En esos momento sí caía en cuenta que estaba lejitos de mi casa. El otro factor insomne era sin duda el creer que me puedan robar.
Mientras manecía y yo cabeceaba, llegábamos a Chimbote y después de pasar por aquel puerto pesquero por fin caía profundamente dormido, hasta que horas más tarde parásemos a desayunar, otra vez sólo busqué productos empacados y la falta de sueño hacía estragos en mí.
Antes de llegar a Lima, se pasa por un enorme barranco desértico que directamente da hacia el mar, paisajes así me emocionan sin duda. Una vez bajados de este vertiginoso lugar, empezábamos a entrar a Lima. La entrada norte repleta de pobreza, casas "incompletas" y hacinamiento y más o menos por ahí paró el bus. Yo sólo rezaba que ahí no sea la terminal, pues no se veía muy seguro que digamos. Tras bajarse un par de pasajeros y un pequeño receso, siguió la ruta hacia el centro de Lima, me tranquilicé.
Continuará...
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