lunes, abril 22, 2013

Edd South American Tour! (Pt. VI)

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Día 11
(Oruro y La Paz)

Tras (por fin) un plácido viaje y sueño, iba amaneciendo por el lago Uru-Uru, repleto de aves exóticas y con el tren encima, se pintaba un paisaje surreal. De pronto empezamos a atravesar los barrios de Oruro y la estación. Antes de las 8 AM, la ciudad es casi fantasmal y decidimos explorarla de acuerdo a las indicaciones que se iban cazando en el camino. Identificando la plaza principal, hubo gente que prefirió descansar en la misma y los más avezados de mis amigos quisieron trepar el Cerro del Socavón. Con toda la gallada de nacionalidad argentina, algunos buscaban desafiar la mítica altura y hubo a quien no le fue bien, unos cuentos llegamos hasta el final.

No voy a negar que más que mi salud, me preocupaba mi seguridad, pero la verdad, las ciudades bolivianas son bastante más seguras que las ecuatorianas, el barrio que rodeaba al cerro lucía humilde pero amigable. En el cerro está una imagen de virgen danzante, similar a la que tenemos en Quito (la verdad, esta estaba más bonita), cosa que asombraba a mis amigos. Pic-Nic en la plaza al regreso y había que localizar el terminal de buses porque el plan era estar en La Paz antes que anochezca. No es un viaje muy complejo, unas 4 horas, la carretara es buena y las unidades salen contínuamente.

Antes de llegar a La Paz, se subió el clásico vendedor de buseta que ofrecía pócimas milagrosas para cuidarte de todo y nos exhortaba a dejar la Coca Cola. Llegamos a El Alto, ciudad-dormitorio, muy populosa, bastante destartalada y con un tráfico pesadísimo. Tras atravesar kilómetros de casas de ladrillo visto (y no por adorno), podíamos contemplar a La Paz como en típico paisaje andino. Claro, cuadno ves a las ciudades de la sierra ecuatoriana desde lo alto, predomina el blanco, en el caso de la Seded de Gobierno boliviana, el color era rojo.

Llegamos a la terminal, cada uno iba armando su plan, yo por ejemplo ya estaba buscando volver a Lima, pero todos más o menos seguirían "la ruta del Inca". Solucionado todo eso, comenzaba la búsqueda de hotel, empezamos a meternos en el centro de La Paz, por ahí se nos acercó un sujeto algo malencarado ofreciéndonos toda clase de drogas y ahí se lo pudo sortear con inteligencia. Los chicos buscaban ofertas más económicas, algo que dentro de mí no llegaba a cuadrar, pero ya ni modo,a esas alturas, el paseo solo sería mucho peor y la verdad ya me caían bien todos.

Finalmente nos apostamos en el hotel Torino, en la parte de habitaciones con baños compartidos y cosas a las que le hago muchos fieros, pero ya nada, lo importante era asearse y buscar comida. Para mi resultaba graciosísimo como a mis argetninos amigos les parecía "novedosísima" la comida callejera como la salchipapa y demás manjares muy conocidos en los Andes supongo. Después de todos estos trámites se cerró la noche con música y fernet, realmente pasé excelente, pero de ahí teníamos que dividirnos, la mayoría marchaba para el Copacabana boliviano y yo yatenía que volver a Perú.

Gracias chicos y chicas!: Leandro, Soledad, Grego, Pili, Facu, Naty, Diego, Paula, Tomás y Henry!

Sabrosísimo entremés musical con "La Mona Jiménez". No me acuerdo, pero creo que era esta la que animó "la noche de fernet"



Día 12
(el día intelectual)

Casi todos partieron temprano, me quedé junto a Soledad y Leandro quienes iban a explorar La Paz un día más. La idea era conocer el complejo de Tiwanaku, donde hay mucho de la historia indígena latinoamericana. Por suerte yo también soy medio norio y me entretienen las activiadades culturales e históricas. El sitio tiene muchos monumentos y construcciones impresionantes y por ahí, era medio turro como un grupo de gringuitas (suizas más bien) se burlaban del rudimentario inglés del guía.

Después del Tiwanaku, volvimos a La Paz para visitar algunos museos, en medio de la búsqueda de los mismos, nos agarró la lluvia y yo siempre sufrido porque no me resfríe o algo por el estilo. Dentro de los museos que se encuentran en la peatonal Jaén (bastante parecida a "La Ronda", me gustó mucho el museo costumbrista, donde se reseñaba cómo ha sido la vida en La Paz desde la colonia hasta la actualidad, con maquetas, vestuarios, objetos. Obviamente la más impactante para mí fue la escena de un clásico Bolívar - The Strongest. Describiendo a La Paz, es muy parecido a la parte entre El Dorado, Santa Prisca y centro histórico de Quito. A los amigos argentinos fascinó, a mí obviamente no me iba a llamar tanto la atención, pero lo bueno es que el sitio es bastante seguro.

La tarde y noche charlando y tomando mate. Curiosamente, estuvo bastante "argentinizada" mi estadía en La Paz. Tranquilo, relajado, muy simpático. Hay veces que siento que me es más fácil congeniar con extranjeros, qué se yo!. Tenía que afrontar un resto de viaje seguramente en soledad. El anterior hotel no tenía habitaciones individuales y me trasladé al "Gloria", tres estrellas, muy lindo, confortable y recomendable. Me despedí de mis amigos y me trasladé para preparar mi retorno.

Día 13 y 14
(operación retorno)

Despertando tempranísimo para arreglar maletas. Me dio risa que en el desayuno me saludaron en portugués (?), acordándome que algunas veces (y no sólo en este viaje) que me han dicho, vaya usted a saber porque, que tengo pinta de brasileño. Llegué algo apurado al terminal y partí rumbo a Puno - Perú. Nuevamente soportar el terrible tráfico de El Alto, era mejor dormirse, hasta más o menos notar que se está cerca del lago Titicaca.

Migración, compra de provisiones (cervezas) y nos tocaba el lado peruano del viaje, la verdad, ahí estuvo muy bonito el paisaje que ofrecía el inmenso lago Titicaca hasta llegar a Puno. El tema era otro acá, porque estaba pensando como llegar a Lima en ese sábado, tomando en cuenta que mi vuelo a Quito salía domingo de noche. No había conexión con Cruz del Sur, y contemplaba la posibilidad de irme en avión, aparte de los rumores de mal clima en los Andes peruanos.

Ni bien llegué a Puno, una señora buscaba unos pasajeros españoles para acomodarlos en un bus a Lima, le pregunté muy en corto si había cupo, asintió y en una violenta operación, cambié dinero, compré el pasaje y no duré ni media hora en dicha ciudad y ya estaba rumbo a Lima, seguía tomando fotos al lago, ya estaba algo más tranquilo, pero en la noche vendrían los problemas.

Me había quedado dormido y  de pronto el bus estaba detenido, había derrumbes y yo con la cabeza en lo que me había pasado en Bolivia y esta vez, no podía darme el lujo de quedarme un día. Se demoró mucho el trámite, pero poco a poco se logró avanzar, aunque demorando el viaje mucho más de lo esperado. La madrugada pasó con algo de angustia hasta que se sintió que evidentemente, el bus iba en marcha normal.

Llegamos pasadas las 3 de la tarde a Lima, de nuevo a sentir calor, ya no tenía mucho que hacer , así que fui nomás para el aeropuerto a aguardar el vuelo y comprar algunas cosas interesantes. Estaba viendo un juego entre Colombia y Ecuador (sub 20) y en el gol colombiano todos festejaron menos yo, no me di cuenta de la hora, casi pierdo el vuelo, pero en fin. Llegué pasado la medianoche a Quito, algo apaleado pero sonrisa de oreja a oreja.

El set fotográfico de los últimos días



Conclusiones:

  • Realmente viajar / vagabundear es lo máximo. No tengo problemas en pasar horas y horas de viaje. Aunque en bus es mil veces más pasable hacer eso que en avión.
  • Latinoamérica es hermosa y los latinomericanos no somos tan distintos unos de otros.
  • Tengo facilidad para comunicarme con extranjeros. En serio tengo que tomar mucho en cuenta eso.
  • Me gusta tratarme bien y alojarme en lugares cómodos.
  • Me hace falta compañía para los viajes. Es sabrosa la introspección de viajar solo, pero pasada la semana empieza a enloquecer.
  • Un viaje sale bueno sin excesiva planificación. Hay que dejar espacio abiertos para la improvisación

GRACIAS AMÉRICA!

martes, abril 09, 2013

Edd South American Tour! (Pt. V)

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Día 9
(Km. 55: de cómo una tortura pasó a ser lo más lindo del viaje)

Se supone que me había preparado para una noche fría, pero no estaba en mi presupuesto pasarla "a la interperie". En el Altiplano boliviano, así sea "verano", las temperaturas se acercan a los cero grados por las noches. Entonces se puso a prueba la estrategia de "pijama por dentro". Hacía mucho frío y más que el frío en sí, me atormentaba la posibilidad de enfermarme y sobretodo, la de no conocer el Salar de Uyuni, que en teoría, era el objetivo principal de toda la travesía. Mientras estuvo oscuro, habré dormido poco y nada.

Ya había amanecido cuando concilié algo el sueño. Vuelvo a despertar y logro escuchar el río, eso sin duda era una pésima señal. Me animé a dejar el bus e inspeccionar el paisaje: páramo, lodo y el dichoso río (Río Salado). No había sobrepasado el caudal, no era tan ancho y profundo, simplemente nadie había puesto un simple puente por encima de un simple río y tras una lluvia normal, cruzarlo estaba imposible porque también, según contaban los lugareños, el fondo del río era muy lodoso y ahí nomás podríamos quedar. Mientras tanto, el chofer estaba muy cómodamente dormido y yo buscaba dar alguna señal de vida porque mi último reporte hacia civilización había sido que iba a atavesar una ruta peligrosa.

Ya cerca del mediodía no solo yo, sino todos (menos el chofer) se habían aburrido de intentar dormir, todos salían, buscaban una solución a la inmovilidad, buscaban un matorral para cubrir necesiaddes básicas. El río al menos ya no estaba tumultuoso y era esperanzador, aunque las nubes negras a la distancia mataban la esperanza enseguida. En las primeras horas de un percance, la gente normalmente se empieza a hacer amiga una de otra y para ya dejar de amargarse, mejor empezábamos con chistes de "náufragos" o buscando quien era el "Nando Parrado" o el "Roberto Canessa" del momento, uno que otro con mal de alturas.

Ya hacía hambre y de eso se dio cuenta una hábil comerciante local, la cual o estaba buscando comercializar sus productos en otra ciudad o ya se imaginaba estas circunstancias y venía lista para hacer su agosto. Entonces, los habrientos turistas empezaron a comprarle latas de duraznos y envases de aceituna, entrando la tarde eso sabía a gloria y ya se iban formando los grupos de amigos. Sin embago, la camaradería empezaba a transformarse en impaciencia, puesto que los dueños de los buses (ya habían 4 en fila) no parecían muy apurados. Teorías iba y venían sobretodo entre los turistas (un 90% argentinos), hasta que una chica claramente porteña estalló y empezó a "pedir respuestas" a los pobres choferes que no sabían lo que pasaba y solamente se sentían ofendidos con el "florido" lenguaje de la niña. Uno que conoce y vive tanto la cultura andina como la del Río de La Plata, sabía que esto iba a chocar y empezaba a rogar a que no pase a mayores, pero por si acaso, también iba calentándome por si  esto "se iba a las manos", como ya rumoraban algunos.

La señora de las aceitunas también llevaba licor entre sus víveres, y ante el asombro de todos, choferes y controladores se reunieron para una tremenda juerga de alcohol ante el asombro de los extranjeros. Un grupo siguió a la "porteña alborotadora" y decidió regresarse a Tupiza convenciendo a uno de los choferes (y recompensándole en efectivo también). El resto, entre necedad y fe, esperábamos algún rato cruzar, hasta que golpe de 5 de la tarde Los lugareños empezaron a buscar una ruta donde haya tierra asentada y por suerte, no había llovido por nuestro lado. La idea era que los buses pasan con la menor carga posible así que los pasajeros con nuestros trastos teníamos que cruzar a pie. Llegó la hora: el primer bus al ruedo... y para jolgorio de toda la altiplanicie, ¡pudo cruzar el río!, los siguieron exitosamente los otros 2 buses que quedaban, seguimos los pasajeros atravesando el agua como el éxodo de Egipto y cuando íbamos a seguir en nuestra ruta. Un camión de carga quiso hacer lo mismo ... y se varó.

Habíamos constatado que efectivamente el fondo del río era fangoso, los lugareños apelaron a nuestra solidaridad y buscaron que ayudemos a sacar el camión, ni la fuerza humana, ni la de un bus (que también casi se queda), pudieron con el infortunado camión y tras una hora de intentos, lo tuvimos que abandonar con pesar. Teníamos que pasar un par de "ríos" más. El primero fue fácil, el segundo nos volvió a detener: se trataba de un paso de agua más estrecho, pero bastante más profundo. Ya entró la noche y la posibilidad de quedarnos otra noche en medio de la nada empezaba a ser tomada con resignación. Parecía que no estábamos tan lejos de Uyuni, pero caminar no era tan buena opción, mientras que a los lugareños los iban rescatando familiares y amigos. Uno que otro osado turista osó cruzar dicho caudal y ver que pasaba. El grupo de mi bus decidió esperar que amanezca e instalarse en los asientos.

Como sabíamos, había vino disponible en uno de los buses, fuimos comprando botellas, comiendo cualquier provisión y la verdad pasándola bien, ya que nuestro grupo había fraternizado bastante (¡bendito alcohol!), claro, mejor fiesta pasaban los conductores, los cuáles ya estaban bastante entonados y armando escánadalo. Ya cuando el vino nos venció a todos, dormimos plácidamente. Sin embargo, en medio de la madrugada, el ruido de motores no despertó a todos y sin más, el bus se movió y se metió con osadas y escalofriantes  maniobras al río. Yo recordaba la profundidad más el hecho que el chófer a esas alturas no debía estar muy en sus cabales esa combinación daba para el rezo, lo importante fue que sobrevivimos y llegamos 4 AM a Uyuni. Por ahí alguien dijo: "más vale que esté bueno ese Salar de mierda" ... y bueno, creo que el sentimiento de todos era similar.


Antes un sabroso entremés musical con Los Tres y su "bolsa de mareo", tema que siempre está en mi cabeza en estas travesías contientales que he hecho ... "qué es eso que miras que te encandila como un Salar?"


Día 10
(El espejo infinito)

Con lo tarde que había llegado, demoró bastante que me atiendan en el hotel, así como estaba en guardía por si me saltaban los borrachitos que la merodeaban (todavía estaba alcoholizado y eso generalmente me hace más valiente). Por las malas noches, desperté algo tarde y me puse a secar la ropa y quitarle el lodo, a suerte que hay calentadores en los hoteles bolivianos decentes. Había que moverse para incursionar al famoso Salar.

Generalmente los tours los hacen carros tipo 4x4, impresiona la cantidad de Lexus y Monteros que hay tomando en cuenta las pobrezas del lugar, pero viéndolo bien, es lejos, la mejor manera de desplazarte. Contraté uno junto a familias más bien bolivianas mismo, había perdido un poco el contacto con mis amigos (porque yo había reservado mi hotel), pero fui encontrándolos en el camino, la primera parada era el cementario de trenes. Como es bien sabido por ustedes, yo siempre he gustado de lo lúgubre y desolado, así que me desencanté un poco porque el lugar estaba repleto de turistas sonrientes en medio de los fierros retorcidos, ni modo, si dio para un par de buenas fotos y ahí nomás.

Luego llegó el tiempo, el auto se comenzó a meter a una anegación que no parecía nada del otro mundo, hasta comprobar que reflejaba en forma casi exacta al cielo, había llegado a aquel lugar con el que había soñado ... desde mis 20 nomás, pero soñado. A medida que el auto entraba e inteligentemente me fui para la ventana, podía tener la sensación de estar en un avión en picada con cielo arriba y cielo abajo. Explorando el lugar, fotos van fotos vienen, pero sobretodo, había que fijarse detenidamente para dejar el rastro más profundo posible en la memoria de aquel fantástico lugar. Te hacen conocer el hotel de sal, las paredes de sal, los recuerdos de sal, los adornos de sal, por poco hasta los anticonceptivos de sal, pero ni modo, en los alrededores no hay otra cosa que agua y sal.

Se juntaban crisoles de nacionalidades, cada uno buscando hacerse una foto más ridícula que la otra, por ahí yo también me mandé alguna pirueta, pero lo más lindo es esa sensación de multiculturalidad. Yo soy de esos a los que les encanta hablar con gente de otros lados, cachar como es su forma de pensar, sentirme rodeado de múltiples banderas más allá de lo visible, en fin. Maravilloso. De ahí comida, shopping y retorno al pueblo. Había que retirar mis trastos, negociar la noche reservada en la que no dormí y ver que hacer con los días que me quedaban de viaje.

En la noche me volví a encontrar con los amigos que hice cuando nos varamos en el río. A priori mi plan era ir a La Paz, pero cuando los oí mencionar que iba para Oruro primero y me pareció buena idea sumarme, con lo difícil que es para mí hacer nuevos amigos y con lo callado que había pasado la semana anterior, creo que era justo. Nos embarcamos en el "Expreso del Sur" y el tren boliviano la verdad estuvo muy cómodo y comparado con la travesía del día anterior, esto fue un carruaje de reyes. Era medianoche y llegaríamos a Oruro al amanecer.

El set fotográfico de esta "aventuresca parte" 




En la próxima entrega: explorando Oruro y La Paz