Mientras pasaban los años en la Facultad y peor aún cuando egresé y me gradué, me iba preguntando ¿para qué diablos estudié Comunicación?. Obviamente sintiendo asco por una profesión en la cual, yo percibía que se "comía" siempre y cuando el mundo esté pudriéndose, definiendo a esta actividad como "mercenarismo" o escarabajos de estiércol.
Por eso y por el obvio gusto es que escogí dedicarme a los deportes, porque siempre sentí que es lo único en lo que las buenas noticias si venden, porque si son observadores, se acordarán que las únicas portadas positivas de los diarios suelen ser los triunfos de los equipos ecuatorianos o de la selección. El resto, pura "tinta-sangre", algunos más, algunos menos
La historia de los mineros de Chile, atrapados en su tarea y una noticia que era trágica y prácticamente asumida como "normal" (cuando se los dio por muertos), de pronto llamó más la atención porque pasó lo insospechado: sobrevivieron. Esta historia ha dado la vuelta al mundo y ha causado tanta conmoción que el rescate que en estos momentos está procediendo, fácilmente es declarada la noticia del año.
En los siguientes días, Dios mediante, publicaciones en el mundo trascenderán las buenas nuevas, teniendo por fin titulares que no duelan la cabeza. Dentro de esto, me encantó ver la cantidad de recursos que se ha movido para el rescate de los mineros, que sin duda son cuantiosos, pero queda demostrado que las vidas humanas valen mucho más. Sin embargo, a veces incomoda ver como la cobertura del rescate transgrede la línea fina entre noticia y show y una vez más, me enferma ver cómo el padecimiento se transforma en algo vendible.
El dilema moral continua y mientras escribo esto esperando que mucha gente me lea (yo también caigo en la trampa), tengo que decidir si en verdad debo ejercer y sobretodo, cómo ejercer. Que Dios esté bendiciendo la misión de rescate.
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