lunes, marzo 25, 2013

Edd South American Tour! (Pt. IV)

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Día 7
(de Jujuy a Bolivia)

Nuevamente había que levantarse temprano, el objetivo era cazar el bus que sale a La Quiaca, que por lo leído, salían continuamente. Estuve en el hotel Posada del Sol en Salta, un clásico hotel 3 estrellas, nada mal, nada de mucho lujo.

No era tan continua la salida de buses y salimos casi a las 11 rumbo a la frontera con Bolivia, lo que suponía un viaje corto, lo cual tampoco fue tan así, no parecía que era tan largo el viaje, pero nuestro bus de la compñía "Balut", para en cada pueblo que había como. Por vez mil pasé por Güemes, Perico, la ciudad de San Salvador, cada pueblo habido y por haber de la Quebrada de Humahuaca y cada parada se me hacía más insufrible que otra. En Abrapampa ya se sentía el aire a Altiplano y noté que iba a llegar anocheciendo y me preocupaba que me vayan a cerra la frontera, la verdad fue algo molesta esta travesía.

Me bajé en La Quiaca y el frío estaba importante. La gran mayoría eran turistas y entre una sarta de rastosos (ya saben mis irreconciliables diferencias con "estas gentes"), vi a gente más racional para preguntarles si sabían como llegar a la frontera. Me dijeron que ni idea, fui a buscar información calificada y ahí mismo estaban ellos, quienes me haría amigo: Soledad y Leandro. Reconociendo terreno, fuimos hasta el control fronterizo que era algo caótico, sobretodo el lado argentino fue muy demorado. Lo bueno es que como Bolivia tiene una hora menos que Argentina, "ganamos una hora". 

Me cayeron súper bien mis nuevos amigos argentinos y era una bocanada de aire fresco ya que no había hablado mucho toda la semana de viaje, aparte de que hacían reír  a montones este par. Bueno, ellos por razones logísticas / económicas se quedaron en Villazón, nos toparíamos de nuevo. Yo avancé hasta Tupiza porque me recomendaron que era mejor pasarla ahí. 

El viaje fue tortuoso, vi que los lugareños andaban con cobijas y temí lo peor en cuanto a fríos. La chica (no muy agraciada) que iba a mi lado era sonámbula y cada tanto me puteaba increpaba y agredía en inconciencia. Llegando a Tupiza vi que la cosa venía difícil, estaba lloviendo y todas las calles estaban inundadas, las veredas abiertas y eso hacía que todo sea un lodazal. Sabía de un hotel y pregunté por su dirección y llegar fue una odisea entre cruzar esos ríos que tenían poco de calles  y casi caerme en el barro de lo poco de vereda. Llegué al hotel a exprimir medias, quitarme el lodo y el plan básicamente era dormir como oso. Fue una travesía muy cansada.

Antes un sabroso entremés con "Jujeñito" de Mónica Pantoja. La escuché en mi travesía por la Quebrada de Humahuaca y me gustó mucho.



Día 8
(aburrición en Tupiza)

Ya había amanecido y el frío de la mañana boliviana mordía. Me quedé un rato arropado viendo el Australian Open hasta que me convencí de intentar comprar el boleto de tren para ir a Uyuni. Quien atendía en la oficina de ferrocarriles me comentó, bravísimo, que no iba a salir el tren. Me comí un poco de cemento y busqué boletos en bus en el terminal. El antecedente: me habían recomendado ir a Uyuni en tren, puesto que la carretera no era recomendable y presentaba problemas, pero al parecer, no había de otra. Me dijeron que el bus salía en media hora pero yo estba casi que en pijama y con todo por todos lasdos en el hotel. Tuve que resignarme al bus que saldría 6 PM.

De regreso al hotel, haciendo todo en cámara lenta para matar la mayor cantidad de tiempo posible. No hubo como, no era ni mediodía y salí a dar una vuelta por una ciudad muy parecida a las ciudades pequeñas de la sierra ecuatoriana, ergo, me aburrí rapidísimo. Del mismo modo, almorzar lentísimo, leerme todo el periódico en la plaza pública, a los años saber del Internet y al tiempo no le daba la gana de pasar rápido. Noté que no habían rejillas de alcantarillado (?) y vi porqué había estado inundada la ciudad en la noche. Por fin llegó el bus, venía de Villazón y me topo de nuevo con Leandro y Soledad, me daba alivio ya que por fin iba a terminar mi aburrimiento. Arrancamos.

Una vez bien afuera de la ciudad, nos topamos el porqué de la recomendación del tren. La vía (cuando había) no estaba pavimentada, había barrancos y aunque no era tan pronunciados como los de una Alóag - Santo Domingo por ejemplo, la ausencia de barreras de contención preocupaban, más aún a los turistas rioplatenses (el bus venía mitad 60/40 turistas a lugareños) que no conocían lo que es andar por el filo de un precipicio. Uno de los ahí presentes mandó una información poco agradable: era muy probable que no lleguemos ese día a Uyuni, puesto que había llovido y nos iba a sorprender el crecimiento de las aguas.

Paramos en Atocha, subió más gente y no había nada en dicho pueblo. Continuábamos por el agreste paisaje a la buena de Dios. Cuando iba cayendo dormido cuadno noté que el bus lidiaba con cruzar un lecho acuoso, balanceándose y haciendo un ruido infernal, logramos pasar y yo creía que lo lográbamos nomás, pero cuando todo parecía andar bien, el bus se detuvo kilómetros más adelante, esperamos un poco y apagó máquinas: se cumplió el vaticinio: Nos informaron que el paso está impedido y nos quedaremos toda la noche para buscar pasar el río con la luz del día. Mientras que los lugareños no parecían tener mayor problema y se acomodaron plácidamente para dormir, los turistas nos quedamos prerplejos. Personalmente estaba preparándome psicológicamente para una batalla contra el frío.

El set fotográfico de aquellos días


En la próxima edición: la odisea por Bolivia y el Salar de Uyuni

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